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El pasado me habla…
Como todos los seres humanos, tengo la tendencia a los extremos, a las dualidades; por un lado vivo de manera frugal, tratando de no acumular cosas (pues cada una de mis cerca de quince mudanzas así me condicionaron); por el otro, no dejo de guardar archivos electrónicos de cuanto proyecto he participado, de cuanta documentación “interesante” ha llegado a mis manos. Eso es, precisamente, de lo que esta semana he echado mano.
Para lectores
Black Velvet 1
Sonia subió al escenario, con su roja cabellera suelta, enmarcando sus pálidas facciones. Guitarra, bajo y batería de jazz comenzaron a tocar al unísono. El lugar se llenó de aplausos. Este era lo que habían estado esperando; la canción que yo le había escuchado cantar innumerables veces. Con los ojos cerrados, Ella comenzó a tararear y a mecerse al ritmo de la música.
La multitud calló cuando Ella comenzó a cantar: “Mississippi, in the middle of a dry spell…”.
La Jockey
En el primer carril de la pista de carreras de la tercera luna, la flacucha jovencita puso un pié tembloroso en la silla del dragón y, con un pequeño salto, lo montó.
Si no ganaba la carrera, el sindicato de juegos clandestinos cortaría la mano de su hermano, por haber perdido la carrera anterior. ¿Porqué, de entre todas las carreras voladoras, habían escogido que participara en la única donde los animales lanzaban fuego, siendo que eso le aterraba?
El niño interior
Los lunes son días de relatos, no para mis pensamientos y, como estaba teniendo problemas para escribir el relato de hoy, decidí conversar con mi niño interno y practicar mis diálogos.
La máquina
Desde el momento en que la vio, Jacinto sabía que debía tenerla. Parecía que posaba para él, detrás de la ventana.
Entró a la tienda, caminó despacio, procurando arrastrar su pié derecho lo menos posible, para pasar desapercibido por los escasos clientes, y se acerco titubeante al mostrador. La dependienta, una chica pelirroja de unos veinte años, estaba tan absorta en la pantalla de su celular, que parecía no darse cuenta de la presencia de Jacinto.
Organillero
La vi de reojo, en el hombro del organillero. Parecía embelesada con a música que salía de la curiosa caja de madera. El sonriente hombre parecía no darse cuenta de su presencia. Esa fue la primera vez que vi un hada en la ciudad, pero no fue la última.