Mezclando el proceso

27/10/2023

Cómo me auto edito

He comenzado muchos textos que me encantan, pero varios siguen “en proceso”, es decir: inconclusos.

Con afán de terminarlos, decidí enfocarme en uno a la vez, aunque las musas me lancen ideas para los otros. En esta ocasión escogí “Cicatrices”, uno de mis cuentos largos.

Hoy imprimí las 35 páginas (a doble espacio), para hacer los cambios que requiero para poder pasar a la siguiente parte.

Leo con calma, con ojo y oído crítico: detecto inconsistencias, repeticiones, incoherencias (que hasta ahora no hay muchas), y las marco con un bolígrafo verde cuya tinta ya va escaseando.

Las marca: tachones, adiciones y flechas que intentan dar un nuevo orden a párrafos u oraciones, adornan las página sujetas con un una pinza. Aún no llego a la parte que me orilló a cambiar de medio para la edición.

Amo Scrivener (el programa en el que escribo, edito y traduzco), pero en ocasiones necesito ver las palabras en papel, poder extender las hojas sobre la mesa, garabatear furiosamente entre las líneas o verticalmente por los márgenes de la página.

No me preocupa tachonear el texto, rayar las hojas (algo que no haría en un libro), ni escribir comentarios en el reverso —ligándolos al párrafo con números encirulados— ni tachar lo recién agregado. Al fin que no estoy modificando el documento original, ni creando una u más versiones electrónicas que luego me confundirían.

Acabando este post volveré a la tarea de editar el resto del texto y, con suerte, habré corregido y reacomodado las últimas tres o cuatro escenas que me estaban dando lata y no me permitían continuar con la escritura.

Así que, después de este momento de procrastinación, vuelvo a la edición.

¿Alguno de los que escribe sigue mi mismo proceso cuando se atora con la historia?