La técnica o herramienta correcta puede salvar un texto.
Últimamente no he tenido mucha cabeza para mis propios textos —en particular uno en el que estaba atorado en una escena clave—, ya que he estado muy atareado con la edición de “Un beso frente al mar”, de Samuel Castellanos, y la maquetación de “La espalda de Sumas”, de Emmanuel Valdés, ambos clientes de Librélula.
Hoy, finalmente, destrabé el atolladero creativo que tenía en pausa esa escena de acción. ¿Y cómo lo logré?, te preguntarás… Muy sencillo (bueno, realmente no tanto), a través del diálogo. Sí, así como lo lees. Diálogo.
Las primeras dos escena de acción las había mostrado a través de las acciones del personaje, la tercera es un pequeño resumen narrado después de los hechos, pero la cuarta era la que me estaba dando lata. La escena anterior había generado bastante tensión, así que necesitaba mantenerla. Eso lo logré al tener al protagonista herido, contando a la policía lo sucedido.
Ese diálogo me ayudó a desarrollar más a los cuatro personajes de la escena, así como a avanzar la trama hasta donde necesitaba llevarla para generar un cambio en la historia. Ahora, ya habiendo destrabado la escena, el camino de la escritura se ve más promisorio.
Y pensar que hace unos años odiaba escribir diálogo…